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First Contact #2 Incubus

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Era el año 2000 y el mundo no se había acabado por el Y2K. Un amigo me comentó que había un festival llamado Ozzfest que pintaba bastante bien, luego en las noticias vi un backstage donde hablaban de las bandas que se presentarían. Todo el lineup eran metaleros, pero entre imágenes pasaron el video deDrive. No entendía qué hacía una banda con un DJ y una guitarra acústica en ese tipo de festivales. Sabiendo que las canciones de metal que más me gustaban eran en las que menos se gritaba, decidí ir a comprarme el disco sin siquiera haber escuchado más de 5 segundos de la banda. Dato curioso: primera vez que veía un tatuaje rojo.

Me llegué al difunto Board's en el Sambil. No tenían el disco nuevo, solo el anterior. Lo compré y luego de una semana escuchándolos quería más. No solo hacían buena música sino que era un buen tema de conversación para hablar con chicas. Incluso una vez estampé las líricas de Wish You Were Here en una camiseta; no funcionó.

Los vería en vivo 2 veces, la misma compañia. En esa época pensaba que si nos gustaban las mismas bandas teníamos que estar enamorados uno del otro. No es así.

Casi aprendo a tocar guitarra solo para tocar Drive pero nunca fui tan poser. Luego dejaron de gustarme. Yo crecí y ellos se convirtieron en U2. Así es la vida, la gente cambia y las bandas no cambian con uno.


First Contact #3 Guns N' Roses

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La primera vez que escuché a esta banda tenía 6 años, todo gracias a Terminator 2, mi película favorita. Lo bestial de esta película es que en cualquier momento puede cruzar la línea entre lo ridículo y lo ridiculamente brutal así la veas con 6, 16 o 26 años.  Tal como lo hace Guns N' Roses. Arnold entra desnudo a un bar, le patea el culo a unos moteros, les roba los cueros y antes de irse en una motocicleta se roba unos Ray-Ban al ritmo de Guns N' Roses. No me jodan, de esa tela estaban hechos los 90s.

Tenía Appetite For Destruction en cassette y no paré de escucharlo hasta que un día lo dejé al sol y se derritió, así de fucked up eran esos tiempos. ¿Y saben lo más interesante? Yo escuchaba Guns N' Roses en este aparato.

Sí, también cantaba.
Decir que te gusta Guns N' Roses hoy en día es un poco como decir que todavía bebes Kool-Aid. Mucha gente se siente avergonzada, cuando la realidad es que no hay nada de malo con beber Kool-Aid, y Guns N' Roses tampoco suena nada mal.

Esta es de esas bandas que solo me interesa la música. Me da igual si luego se volvieron gordos, drogadictos o terminaron haciendo conciertos gratuitos en Orlando. Sus canciones suenan en fucking Terminator 2 y Appetite For Destruction es arrechísimo. Es un alivio no tener que decir que te gusta un disco porque los músicos de la banda son grandes colaboradores de Wikipedia o están adoptando niños de África y promoviendo la leche de soya y ser veganos.

First Contact #4 Stereophonics

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Era el año 2005, yo creía en el amor y no me estaba quedando calvo. Estaba en casa de Zinahia viendo una película, Crash (2004), se termina y suena una canción. Y ahí estaba yo, con 21 años viendo una película descargada con Emule oyendo una canción que no tenía nada que ver con la película. Lo primero que hice al llegar a la casa fue descargar la discografía de la banda, actividad que me tomó como 2 horas para luego quemar un CD que utilizaría cada vez que me sintiera como si Charlie Brown hubiera crecido viendo MTV y oyendo rock británico.

No le digo a la gente lo mucho que me gustan porque es como explicarle a tus amigos que te gusta hablar con tus padres sobre chicas para recibir halagos innecesarios y apoyo incondicional.

Durante esos meses me rompieron el corazón más veces de las que se puede romper. No tenía una banda con la que sentirme miserable, así que Stereophonics se llevó ese título. Hoy en día no sé si escucho Stereophonics porque me siento miserable, o busco de sentirme miserable para escuchar Stereophonics.

No tengo ni idea de cómo luce cualquier videoclip de Stereophonics. Solo he visto el concierto de ellos en el Live 8. Usualmente cuando los escucho estoy conduciendo daydreaming sobre dimensiones donde no me siento como un perdedor o acostado en mi cama viendo al techo esperando que un meteorito venga a hacernos lo mismo que le ocurrió a los dinosaurios.

Perro de Playa

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A juzgar por lo mucho que se divierten los perros en la playa es difícil pensar cómo es que esos animales no se han lanzado al mar y convertido en una nueva especie, como los delfines. Capaz no es el mar, es la playa. Los perros encuentran la felicidad en la orilla de las cosas, en el regazo de sus dueños o al borde de una platabanda.

Cerca de una orilla, al lado de un nido de tortugas, nació este perro. Su madre débil y llena de sarna poco pudo hacer para salvar a sus hermanos de las gaviotas que se daban festín de tortugas y cachorros. En el principio eran 4 y al amanecer solo estaba él, el perro de playa.

Las primeras semanas poca leche se podía chupar de las tetas de su madre, poco podía recibir de ella. Cuando conoció la sed fue el agua de coco de los pescadores y los camareros que reparten las empanadas lo que le dio vida. Fue la sal del mar la que le enseñó que de ahí no debía beber.

Y así creció el perro de playa, lleno de arena y con infinitos nombres. Cada día era bautizado una y otra vez por aquellas familias que lo amaban durante un día y luego volvían a casa antes de esconderse el sol. Ahí llegaba el frío y el sueño. A descansar para una noche más, hasta otro día de saltar a las olas, morder cangrejos y revolcarse en la arena. 

Una vida digna sazonada con algún viaje en peñero para acompañar a los pescadores y un baño en agua de cava antes de que caiga el sol. Entre manjares, mariscos y parrillas se hizo cada día más fuerte. Llegado el día el perro de playa tuvo una familia de la que nunca se hizo cargo. Lo de él era la playa, no unos cachorros producto de una aventura en una tarde calurosa.

En una pelea perdió un ojo y el otro se le fue nublando por las cataratas. Ciego por la orilla con sus patas siendo golpeadas por el vaivén de las olas, confiando en la generosidad de extraños, así iban y venían los días para el perro de playa. Los restos de empanadas garantizaban un nuevo amanecer, las risas de los jóvenes una nueva merienda y la brisa del mar una nueva siesta en alguna sombra.

Al oír gritos escapaba, y al oír suspiros se acercaba. Perseguía la lástima. Cada día era una lucha, cada día  hasta que llegó el momento. Entre caricias y abrazos decidieron llevárselo. Le dieron un nombre y un hogar, un hogar hasta que el cuerpo aguante. Le dieron comida, le quitaron las cataratas y lo bañaron con agua dulce. Pero lo que más le gustó al perro de playa fue que le dieron un nombre, lo llamaron Rockolate. Al fin tuvo un nombre, un nombre para siempre.

A veces volvían a esa misma playa en vacaciones. Durante ese día Rockolate recordaba sus cientos de nombres, las empandas, el agua de coco, los cangrejos y la libertad. En la mañana se sentía como si fueran memorias de otra vida, pero ya entrada la tarde el sentimiento ajeno se perdía. Solo es cuestión de tiempo, olas y arena para convertir a cualquier perro en un perro de playa.

buenochao!

Beyond the Call

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Terminar Call of Duty: Ghost y escuchar una canción de Eminen fue un momento definitivo en el que internalicé que los videojuegos se han convertido en la industria más masiva de entretenimiento en el mundo.

Alguien que ha jugado todos los Call of Duty ha gastado más de 1000 dólares en contenido, hay más gente jugando en un determinado momento que la población de muchos paises juntos. Y si bien estamos llenos de números y datos, hay algo que está ocurriendo con los videojuegos: ya son mainstream media.

Esto va más allá de la competencia, las ventas y las estadísticas. Esta gente tiene palanca suficiente para colocar a Eminem en los créditos de su canción y uno no se siente orgulloso de la franquicia por tener una canción de Eminem, uno se siente satisfecho. No me siento impresionado de escuchar a Eminem rapeando, en lo absoluto. No siento que tengo que saltar de mi silla, al contrario. ¿A quién coño esperabas? Me pregunto. Misma liga.

Los videojuegos tienen a los mejores guionistas, a los mejores músicos y a los mejores artistas. Ya superamos esa etapa prematura donde era noticia que un director de cine o un cantante quisiera estar en un juego y esto fuera garantía de algo. Ya no es garantía de nada. De hecho, nadie de otro medio probó nada. Steven Spielberg no hizo el mejor videojuego, y la música de ningún gran rockstar está por encima de soundtracks llenos de vida de artistas que entienden el juego y sus mecánicas.

La industria de los videojuegos se encuentra en una etapa de oro. La tecnología permite a equipos pequeños experimentar y sacar juegos hermosos con ideas únicas. Y por otro lado están los juegos AAA que cada día llevan la barrera tecnológica más lejos y a más gente. 

 

buenochao!

Ode To A Videogame

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I have a friend who’s an artist and has sometimes taken a view which I don’t agree with very well. He’ll put on a videogame and say “look how fun and beautiful it is,” and I’ll agree. Then he says “I as an artist can see how beautiful and fun this is but you as a game developer take this all apart and it becomes a dull thing,” and I think that he’s kind of nutty. First of all, the beauty that he sees is available to other people and to me too, I believe…

I can appreciate the beauty of a videogame. At the same time, I see much more about the videogame than he sees. I could imagine the state machines in there, the complicated interactions inside, which also have a beauty. I mean it’s not just beauty at this dimension, at glance; there’s also beauty at deeper dimensions, the inner structure, also the processes. The fact that the games responds to lighting depending the material is interesting; it means that the game is emulating real light. It adds a question: does this aesthetic conscience also exist in code? Why is it aesthetic? All kinds of interesting questions which game-making only adds to the excitement, the mystery and the awe of a videogame. It only adds. I don’t understand how it subtracts.

Based in Richard Feynman's Ode To A Flower.

Convicciones electorales

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Hay una expresión venezolana que dice así:


 Y creo que ese debería ser el slogan de Venezuela. No que importe, porque tenemos el "moral y luces" de mierda al que nadie le para bola. Porque no hay moral ni hay luz.

Este post tenía el potencial de ser más largo y extenso. Iba a ser una retórica super profunda de cómo pese a estar fuera del país todo el mundo tenía el derecho de opinar. De cómo somos libres y esa paja. Pero me dio ladilla. Entonces queda es esa frase: "relaja el papo".

Maduro puede que haya ganado por doscientos mil votos, pero en Venezuela hay más chavistas que nunca, como 27 millones, solo que no se visten de rojo.

Yo tuve una época donde quería cambiar mi país y al mundo. Hoy en día solo quiero ser millonario, jugar Clash of Clans, tener una novia con quien descargar mis arrecheras por el pobre catálogo de Netflix y tener hijos a los que ponerles nombres de personajes de mi imaginario pop. Espero lograrlo, igual que espero que ustedes logren sus sueños, mientras estos no involucren partirme las bolas cada vez que hago un chiste de humor negro respecto al desastre de país que es Venezuela.

Seamos más evolucionados que las personas que debaten en las fotos de Instagram de Sasha Fitness.

A todas estas, este soy yo cuando alguien con quien NUNCA hablo se materializa solo para comentar algo negativo.


De resto, la percepción de la gente que aprecio y admiro sí me resulta muy importante.

Buenochao.

My Old Room

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Entrar a mi viejo cuarto es una vaina bien depinga como decimos en mi pueblo: La California Norte. Está lleno de memorabilia de los Simpsons, de cuando esa serie tenía sentido y te podías identificar con alguien. También hay más CDs piratas que en muchas esquinas de la Torre de David. Todo eso junto con una cartelera de cartas de amigos que ya de vaina veo te hace pensar que estás en el cuarto de otra persona.

Desde hace un par de años dejé de comprar libros físicos. Por lo que si alguien quiere medir mi inteligencia, no va a tener un mueble lleno de papel que le garantice que tengo idea de al menos una parte de toda la paja que hablo. Pero no lo lamento, porque cuando veo mis libros viejos me doy cuenta que ya no los necesito, ya los leí. Y a veces pasa con la gente, y eso está bien.

Mi punto es: la cosa con las cosas es que son cosas. Y ya. Es cool rodearse de cultura pop, pero nunca debemos dejar que nos defina. Porque nosotros crecemos, y las cosas no. Y lo mismo pasa con las gente. Muchos de nuestros amigos solo se cruzarán por nuestro camino, pero pocos serán los que lo recorran con nosotros, perras. Lo siento, me estaba poniendo emocional y poner perras  siempre corta la nota.

Feliz navidad, y buenochao!

Mientras Tanto, en el Salón de la Justicia

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Mucha gente durante los peos estudiantiles (cualquiera de ellos)  me veía feo porque yo consideraba que lo mejor que podían pensar cientos de futuros ingenieros no era trancar una vía pública. Pero ese era yo, el loquito.

Los leggins están de moda, mamita.

Venezuela sufre del fenómeno mundial que me gusta llamar Síndrome del Salón de la Justicia. En el que piensan que todo está mal porque los Superamigos no se han reunido en el Salón de la Justicia a ver videos del monstruo e idear un plan para derrotarlo en los próximos 15 minutos de programa. Y así íbamos, ingenieros de la USB a trancar la vía en lugar de planificar programas de acción social que generaran aprecio por parte de las comunidades hacia los profesores y el alumnado.

Eso marcó mi vida.  En ese proceso entendí que nada se soluciona de la noche a la mañana.

Les voy a explicar algo básico en el mundo de los términos: la función del estado es salvaguardar los intereses de la gente. La seguridad es un problema del estado. No, no está en tu cabeza y no está en la cabeza del malandro. Él no es un robot que fue enviado en moto a matar, es un disociado. La seguridad no es mi problema porque yo no soy Batman. Ni tampoco tú lo eres.

Nuestra responsabilidad como individuos no es tener una opinión acerca de la violencia o el crimen. Hay leyes, para eso están. No importa si tú opinas que matar es lo mejor del mundo. Si la ley se cumpliera, vas preso y eres reformado como ciudadano. No es una cuestión social. No es una cuestión de identidad a menos que haya una ley que lo permita por cuestiones sociales, tal como pasa con el trato a la mujer en Oriente Medio. Acá cuando se hicieron las leyes nadie dijo "matar es depinga" y se omitió el homicidio del código procesal penal.

Hay venezolanos en todos lados del mundo y ninguno está matando a nadie. Y no porque sean mejores que los malandros que mataron a Mónica Spear, a los Faddoul, a One Shot (a quien no mataron pero le pegaron un plomazo en la cabeza, así que lo pondremos en esta lista porque eso usualmente mata) o el muerto de turno que nos haga hacer absolutamente nada que no sea postear en una red social que ni siquiera tiene búsqueda histórica, sino que los sistemas legales y la justicia evitan que seas un criminal. Así funciona el mundo.

La seguridad es responsabilidad del Estado. No es responsabilidad de todos. No me jodan. ¿Qué quieren? ¿Que les caliente hallacas a los jueces y policías? Los ciudadanos pagan impuestos para ser protegidos por el estado. Eso es lo que ocurre en USA que hay suficientes impuestos para protegerse con drones. Obviamente, si todos los malandros dejaran de ser malandros no habría malandraje, Sherlock. Pero adivinen: they don't give a fuck.

La justicia no empieza por mí no comiéndome el semáforo. Empieza por mí siendo multado al comerme el semáforo. Y es un proceso que es solucionable. ¿Quieren ideas?
  • Automatizar y agilizar los procesos jurídicos.
  • Subirle el sueldo a los policías y equiparlos como es debido.
  • Invertir en educación primaria.
  • Crear más sindicatos.
  • Educar mano de obra especializada.
  • Legalizar las drogas.
  • Mejorar las prisiones.
  • Reformar a los delincuentes.
  • Legalizar el aborto.
  • Subsidiar las pastillas anticonceptivas.
  • Mejorar el transporte público.
  • Crear espacios sociales nocturnos.
  • Permitir el matrimonio gay.
  • Ofrecer becas en colegios privados.
  • Subir las horas de labor social a los estudiantes universitarios.
  • Digitalizar el aprendizaje.
  • Subsidiar la cultura.
  • Promover programas de adopción.
  • Prohibir el porte de arma.
  • Hacer el agua potable.
  • UPDATE: subir la velocidad de Internet. Por favor.
Voilá. Y no estoy jodiendo, y estas políticas las puede aplicar Maduro, Capriles, Chespirito, Beck, Major Lazer o quien sea.

Lamentablemente estas no son soluciones a corto plazo. Batman no existe, y a pesar que le hayan matado a sus dos padres, la hija de Monica Spear no se va a convertir en Batman sino en una huérfana que vivirá con sus abuelos -y una herida en la pierna- sin memoria de sus padres. Tal como viene ocurriendo desde hace años y seguirá ocurriendo.

El Salón de la Justicia no existe, es un escritorio y una serie de cargos públicos que no tienen nada que ver contigo excepto al momento de votar. 

¿Quieres generar un cambio? Escoge uno de los items de esa lista y hazlo realidad. No es un problema incontrolable, son cientos de problemas totalmente controlables con suficiente REAL PLATA BILLETE, que en teoría eso es lo único que dicen que hay acá. 

¿No quieres generar un cambio? Europa es depinga.

buenochao!

Chanceo Digital

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Un amigo recientemente me dijo que tenía una cita. Le pregunté de dónde coño había sacado una cita espontáneamente. "De Internet," me dijo. Bien, eso resultó sospechoso, pues uno conoce gente en Internet todo el tiempo, pero de una forma u otra se ve venir. Hoy en día compartimos círculos sociales, tenemos amigos en común y la red permit meter las narices en todos lados. Sin embargo mi instinto detectivesco kicked in y le pregunté con más detenimiento.

Me comentó sobre Tinder, un app donde básicamente ves fotos de chicas/chicos y las descartas si no están suficientemente buenas o le das like si te parecen interesante. Vaya mierda.

Yo no sé bien lo que es un cuadro depresivo, pero no creo haber estado los pasados meses en un cuadro de felicidad. Me recomendó que lo considerara como una opción para conocer gente. Yo nunca he tenido problemas para conocer chicas, pero sí puedo decir que no soy la persona con más autoconfianza del planeta o la más atractiva y mi mejor asset es mi capacidad de decir cosas interesanes y honestas por unos 25 minutos. Dicho eso, tengo suficiente orgullo como para que la idea de tener mi foto siendo aventada por una pantalla me parezca indignante, y de la misma forma tengo suficiente empatía humana como para sentirme mal por aventar la foto de una chica que no me parezca lo suficientemente atractiva porque encuentro detestable la resolución de la cámara del teléfono.

Decidí no abrirme la cuenta.

Pasaron los días y ayer estaba esperando mucho más tiempo del necesario para raparme el cabello en una barbería paquistaní. Luego de cuarenta minutos de espera entré en una situación de ladilla y exploración social. Decidí bajarme la puta aplicación. Coloqué mi foto de perfil de FB que uno de mis mejores amigos caracteriza como un bluff y me puse a ver fotos.

Al cabo de 50 fotografías descartadas sin piedad alguna llegué a la foto de una chica que conozco. Es una chica bastante atractiva que cuando la conocí mi primer pensamiento fue esta jeva pudiera dedicarse a la prostitución. La descarté. No voy a decir que tuve una revelación, esta caraja es de esas que lleva su perro en su bolso rosa. Sin embargo, tengo que aclarar que sí tuve un momento de miseria compartida que se sintió bastante bien luego de haber descartado chicas por tener demasiado ruido digital en sus fotos, estaban al lado de un hidrante, usaban bufandas demasiado anchas (Tipo... ¿en serio? Una boa constrictor de algodón, y tal) o tenían errores ortográficos en su biografía.

Luego borré mi cuenta y la aplicación. No tengo ninguna revelación profunda al respecto, solo el lamentable sabor de boca de sentirme como una basura por estar descartando gente por una foto de menos de 500px de resolución. Y el otro sabor de boca peor de saber que posiblemente no estaba equivocado en lanzar esas fotos a la mierda. Y creo que al final me consigo con otro ejemplo típico de la doble moral de nuestra generación: vamos por la vida recitando frases intensas y leyendo a Cortazar pero al final estamos posteando fotos favorecidas en Internet para que alguien decida acostarse con nosotros bajo el menor riesgo posible.

Where The Cool Kids Are

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Hay un punto en la vida que la gente te dice lo que tienes que hacer, cómo comportarte y demás. Luego está el punto donde decides hacer exactamente lo opuesto. En el proceso terminas haciendo lo que te dicen de todas formas. Formas parte de la contracultura.

Todos pasamos por etapas y generamos prejuicios sobre la forma de  vid de todo el mundo. Durante unas épocas tenemos que ir a discotecas, luego tenemos que dejar de ir a discotecas y luego tenemos que comenzar a viajar como dementes. Y es ahí donde caemos en el nuevo ciclo infinito de la popularidad.

Pasamos de criticar a los que van a discotecas a volvernos los elitistas del entretenimiento. Exigimos a la gente que viaje visitando museos, que atiendan a eventos culturales y que de alguna forma compensen las neuronas que mataron con alcohol en sus 20s mediante aburrimiento infinito y los espacios contemplativos de paises sobre los que no conocen una mierda.

No caigamos en el Reductio Ad Hitlerum de hablar de la palabra balance. Me pregunto en qué década de mi vida estará perfectamente aceptado pasar todo el puto fin de semana viendo películas y jugando videojuegos sin hacer pensar a mis amigos que estoy desperdiciando mi vida por no montarme en un tren a Figueres a visitar el Museo de Dalí.

Quedarte en tu casa un viernes por la noche en un maratón de películas de David Lynch no tiene nada de malo así lo hagas solo, con tu pareja o con Will Smith. Así como tampoco lo tiene no viajar a Tailandia para hacer turismo espiritual con monjes y tomarse fotos con tigres si es lo que crees que te hará feliz. No todo el mundo haya la felicidad en un atardecer sobre los Himalayas, algunos la hayan en un iPad de última generación que les permitirá comunicarse mejor con sus familiares, ver películas, leer o simplemente perder el tiempo jugando con una simulación física de pajaritos.

La verdad es que todo lo que hagas para ser feliz es válido mientras no te hagas daño tú, a los demás y no lo hagas simplemente para impresionar a todo el mundo. Y no es una cuestión de aislarse, porque si haces algo que te hace feliz la gente vendrá. No sé cómo, pero llegan. Y nunca vas a ser feliz hasta que lo compartas con los demás, tal como dice Meteoro en aquella película de Sean Penn.

Así que la próxima vez que monten una foto en la playa con las nubes raspando el horizonte, las sombras largas en la arena, el sonido de las olas quebrando contra la roca y una botella de cerveza ocupando el 75% de la foto, sepan que mi vaso de  toddy contiene el mismo tipo de felicidad que todo su imaginario playero. Al final, la endorfina es la misma.

El dinero tal vez no compra la felicidad, pero es más fácil secarse las lágrimas si sacas la cabeza por la ventana del Ferrari. No crean que porque su felicidad sale más barato son mejores personas. Solo que pueden darse el lujo de ser felices con un sueldo de mierda mientras tengan salud.

Go now. Live your life as you may. You have but one.


Buenochao.

Apología a la Violencia

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Foto de Leonardo Ramírez

Mucha gente habla de la violencia como si estuviera por encima de ella. De hecho, las personas tienden a encasillar la violencia y dividirla en tipos. Jerarquizan la idea de violencia dentro del contexto en el cual se comete.

El desprecio a la violencia suele ser en sí mismo un mecanismo de defensa. Puedes despreciar la violencia, pero negar su capacidad de resolver problemas es un error que muchos pacifistas han pagado con su libertad a lo largo de la historia. Negar esto es una muestra de desconocimiento muy grande sobre la violencia y la historia.

Luego está la difusa línea que la gente se crea dentro de su desprecio entre la justificación y la comprensión. Nuestra generación vive en la arrogancia de sentirse superior a cosas obvias como la violencia, la corrupción o la ignorancia. La verdad es que comprender el origen de algo no es una apología o una muestra de apoyo. No tiene pérdida entender de dónde vino el fuego en el que arden las ascuas.

Regocijarse en el descontrol de una horda es burlarse del vaivén de una ola. Es caer en discusiones obvias que siempre se pueden ganar. La violencia existe dentro de sí misma. Las personas no son violentas, realizan actos violentos. La violencia es un recurso, para los más pacifistas es el último recurso y para los más idealistas no es un recurso en lo absoluto.

Dentro de la tragedia que representa, la violencia es un recurso que a lo largo de los siglos ha mostrado mucha resolución y la seguirá mostrando por encima de muchos valores más dignos. Las veces en las que la violencia se ha mostrado incapaz, ha sido cuando no se ha aplicado suficiente.

Al final, la violencia no es ajena a la historia, ni a nuestra naturaleza y a nuestra supervivencia. La violencia es -y siempre será- una situación de la que escapamos hasta que aquello que consideramos más importante está en peligro o al alcance. Todo hombre vive por algo, y aquello por lo que merece la pena vivir, merecerá la pena matar y morir por ello en alguna medida. Pensar lo contrario es considerar que no hay límite a la paciencia humana. Y si algo le ha faltado a la humanidad ha sido precisamente eso: paciencia.

No es tanto que la gente no tenga problema en morir, es que tiene un mayor problema con vivir con la rodilla en la tierra.

Chanceo en Tiempos de Explosión Social

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Es interesante cómo todo en la mente del hombre se reduce inevitablemente a sexo independientemente de las consecuencias. Yo tengo la teoría social que tan pronto conoces a una mujer todo hombre hace el juicio infinitesimalmente rápido de si quisiera acostarse con ella -eso o al menos que te mame el güevo- y luego procede con el protocolo correspondiente. No solo cuando la conoce, cuando la ve. Cuando un hombre ve un video de una multitud, antes de evaluar cualquier circunstancia, trata de observar alguna mujer con la que quisiera revolcarse y luego es que aprecia el contexto.

Esto no solo ocurre a lo lejos, ocurre en medio de explosiones sociales y las llamadas guarimbas. Estamos ahí armando peo, quemando cauchos, con nuestras pancartas, trancando la vía y esperando que lleguen los motorizados cuando si se te cruza una catira vas a querer al menos entablar un poco de diálogo. Coronar su número. Ya tienes la entrada: “Qué cagada Maduro, flaca”, diría yo.

Hace poco hubo una manifestación en Barcelona y un pana coronó un culito en medio de todo ese peo. Salieron y a la segunda cita ya estaba taladrando. Luego la jeva le dijo que sufría de depresión y él por no meterse en ese paquete le dijo que las cosas no podían continuar, que estaba agobiado con toda la situación del país. Igual se quedó en el grupo de Whatsapp que se formó para tumbar al tirano y que como todo buen grupo de venezolanos convergió en parrilla. El 12-F le permitió un polvo criollo libre de remordimientos mientras el país se viene abajo. 

El sexo te permite tomarte una pausa para apreciar lo sádico que sería agarrarse a María Corina Machado, una mujer hecha y derecha. Una MILF, vamos. Una de esas jevas que si se llega a tu lado en una marcha te metes la camisa por dentro para que no te vea la pinta de mamarracho y le diriges un par de palabras con esa retórica libre de lugares comunes plantados por el oficialismo. 
Sólido ahí el pana. Dígalo.
Maria Corina tiene un lenguaje reaccionario desde el 2002 pero ahí estás tú, viendo a ver si suelta una sonrisa, una vaina. Luego vienen los chavistas y ponen unas fotos en traje de baño en un yate de la jeva, y uno ahí infartado. Dígame las fotos con Lilian Tintori: sudor frío esa vaina.

Acércate un poco más, mi amor.
Y luego la facilidad con la que uno trata de olvidarse de los defectos de una jeva y colar un poco de comprensión si está buena. Vemos las fotos de la hija de Diosdado y buscamos de vernos reflejados, de entender que Diosdado es su padre sin importar lo hijo de puta que sea. Ella tiene que amarlo, y capaz amarlo a uno si se da la oportunidad.

El otro día me dijeron que la líder del Movimiento Estudiantil Chileno, Camila Vallejo, había desestimado los conflictos en Venezuela. Luego vi su foto y no lo podía creer: estaba buena. Algo tenía que estar mal. Ahí estaba yo, leyéndome sus declaraciones para buscar entre líneas el porqué cuando si la jeva fuera gorda estaría pasando de largo del tema. Pero algún motivo tenía que tener esta carita linda de ideas confundidas. Cero rough sex la vaina, de paso, la caraja se ve súper dulce y depinga.

Ven y yo te explico que si durante una cena -una vaina- todo el conflicto socio-político, mami.
Y así vamos, chanceando por el mundo. La naturaleza siempre por encima de la política.
Patria, socialismo o… háblame, flaca. ¿Pendiente de un café o unas cocadas por Macaracuay? Yo invito.
Re-la-ja-do.

Julius Coconut

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Existe un debate de apropiación del discurso de los podres y la condescendencia de otros estratos sociales como base de un discurso opositor. Se habla de figuras como Julio Coco tomando relevancia y la eterna promesa de los barrios saliendo a la calle. Con ella la excusa de la glorificación de la figura típica del chico humilde, negro y pobre que ya no cree en este gobierno, como si así se evidenciara que a este gobierno no lo apoya nada. Como si un estado democrático se estableciera únicamente con votos, la otra gran mentira.

Y es así como la clase media visita un discurso que no necesita, porque sus problemas son igual de válidos que aquellos de la gente en los barrios simplemente porque son suyos. Si hay un problema es de forma no de fondo.

Voy a dejarles algo claro, ustedes pueden protestar por la causa que quieran: apoyo al matrimonio gay, el aborto, Internet gratis, agua potable, acabar con la Malaria. Y no tienen ni que ser maricos, abortar, tener sed o no tener real para pagar ABA para luchar por aquello que piensan es justo.

Tu discurso no deja de tener validez por no haberlo vivido mientras entiendas el problema, sus soluciones, cómo te afecta o afectará y te sientas identificado. Esto se llama educación.

Un gobierno no es para resolverte los problemas a ti nada más sino para representarte y actuar bajo tu aprobación. Y lo que no entiende el chavismo -ni ningún gobierno autoritario- es que tiene que rendirle cuentas y representar a todo el mundo, incluso a los que no le votaron.

El hecho de vivir estos problemas te hace una víctima y como víctima existe un plano personal que hace tu lucha claramente comprensible, pero no más. Pero si no eres una víctima, es tu responsabilidad como ciudadano de un estado democrático de exigir no solo los derechos que tienes sino los derechos de los demás y que sean respetados. Porque si algo hay que exigir es justicia por encima dentro de todas las cosas.

Esperar que los barrios resuelvan tus problemas cuando no tienen dinero, educación o discurso, es surreal, irresponsable, facilista, reaccionario y parte del problema de representación de la oposición venezolana actual.

Y sin más, anuncio mi postulación como candidato presidencial de la República Bolivariana de Venezuela, panas.

Buenochao!

Bajo la Sombra de los Elefantes

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Los que mejor me conocen saben que he pasado los últimos meses investigando sobre el gran continente que es África y lo que representa vivir ahí. Este cuento es un un trabajo de ficción donde trato de humildemente plasmar lo poco que he aprendido de grandes autores y equipos de producción que han arriesgado y dedicado sus vidas para que nosotros podamos entender lo que significa sobrevivir en esas tierras.
A ellos dedico esta historia.
-Cris.
En África dondequiera que vayas el Sol va contigo. Una vez el Sol se levanta por el horizonte calienta todo aquello bajo el Cielo. Si la tierra pudiera hervir, herviría. Bajo este Sol Edmond con sus 13 años de vida camina rodeado de sus 13 vacas. Sus sandalias protegen la planta de sus pies del filo de las piedras y el roce con la tierra, pero no lo protegen del calor. Sus suelas arden como la tierra sobre la que caminan. Su camiseta no está bañada en sudor porque el Sol seca todo lo que brota de su piel. De todas maneras, a Edmond no le queda mucho que sudar. Este año hay sequía.

El Sol ha sido duro este año, y el resto de los dioses también lo han sido desde hace tiempo. De una cantimplora de cuero Edmond bebe lo que será su único alimento del día: agua con un poco de miel. Su misión es llevar a las vacas a una laguna a muchos kilómetros de casa para darles de beber. Todo pozo y fuente de agua se ha secado. Su familia depende de la ayuda del hombre blanco para tener la poca agua que los mantiene vivos, y eso no es suficiente. Sin la leche y carne de las vacas todos se debilitan, y las vacas están muriendo de sed. Su madre hace el esfuerzo de amamantar a la hermana de Edmond más allá del tiempo que le corresponde. No será suficiente el tiempo ni la leche que pueda producir. Incluso ella se está secando.

Edmond pasa su ganado cerca de la sombra de un árbol. Sus pies agradecen el descanso del inclemente calor del suelo. Su frente se enfría y siente una ligera brisa, este es el único descanso que tendrá en el día. Todo el alivio se va tan rápido como llegó tan pronto vuelve al terreno abierto. La tentación de sentarse bajo el árbol es muy grande, es en la sombra donde se siente más a gusto. El árbol era grande y su sombra densa y amplia. Este árbol pudiera ser un gran lugar para aprender, para celebrar. Su escuela fue la sombra de un árbol, bajo esa sombra aprendió a leer. Edmond aprendió casi todo lo que sabe de un libro, el mismo libro del que aprendió su padre, el único libro del pueblo: El Conde de Monte Cristo. Una vieja edición con lomo de cuero que dejó un sacerdote hace muchos años. De ahí viene su nombre.

Bajo la sombra el hombre piensa, sueña y descansa; cosas que son imposibles bajo el Sol. Edmond duda, pero sabe que no hay tiempo que perder y que tiene continuar su camino. La vida de su familia depende de ello. Deja el árbol atrás y todo lo que para él significa.

Son días largos y el hambre golpea su estómago. Edmond ha sabido vivir con hambre. Cuatro veces en su vida ha comido hasta estar lleno, una de ellas cuando nació su hermana. Ese sin duda ha sido el mejor día de su vida. Fue el día en el que Edmond ganó fuerza, pues cada vez que necesita dar más de sí mismo piensa en la sonrisa de su hermana y en el futuro de su familia; en su deber. En este continente nada te hace más fuerte que el deber. Si no fuera por el deber todos los hombres pasarían los días en la sombra escapando del Sol.

El deber de Edmond en este momento es salvar a su familia, a todos. Su padre es el que siempre hace esta ruta en sequías, pero él no ha tenido la bendición de los dioses en mucho tiempo. Cuando los soldados del gobierno de turno pasaron por el pueblo hace un par de años le cortaron un brazo porque lo confundieron con un ladrón, y otros soldados pasaron meses después con intenciones de hacer lo mismo para que no votara -no hizo falta. Sin su brazo, cuidar la plantación requería más horas, horas que tendría que robar del amanecer cuando los mosquitos vuelan con mayor libertad. Fue ahí cuando contagió la Malaria, le dijo el Hombre Blanco a Edmond.

Su padre se sumergió en escalofríos, dolores de cabeza y de cuerpo. Escalofríos uno detrás de otro y más dolor, mucho dolor. Lo peor era el frío en su cuerpo. Mantas y mantas de algodón arropaban a su padre bajo el Sol. Edmond pensó que su padre moriría, y eso sería mejor que sufrir el dolor por el que estaba pasando. El hombre blanco pudo curarlo luego de dos semanas en el hospital, pero nunca sería el mismo y la siembra fue más complicada sin un brazo y la fuerza que siempre había tenido para trabajar.

El cansancio se apoderó de él, su cuerpo no rendía como el gran hombre que había sido toda su vida. Pero su mente nunca perdió la fuerza. Edmond recuerda el día que su padre tiraba de una cuerda para sacar un balde de agua del pozo. Con su brazo tiraba una y otra vez hasta no poder más, hasta dejar ir el balde. Una y otra vez hasta sentir que los músculos se le rasgaban dentro de la piel y sus palmas sangraban. Una y otra vez hasta conseguir sacar un balde de agua del pozo para ese día. Una y otra vez cada día hasta que durara la sequía y Madre pudiera ir a la laguna a buscarla ella misma.

Hace meses fueron al pueblo a buscar medicina. En su ausencia los pájaros langosta volaron sobre la cosecha. Sin alguien que los espantara se dieron festín. No dejaron nada, se comieron el corazón de su familia. Esta año no habría cosecha.

Su padre pensó que todo era una maldición, que la vida se le escapaba poco a poco por brujería de algún enemigo. Pero su padre no tenía enemigos. ¿Cómo tener enemigos si nunca le has hecho nada a nadie? La creencia es que cuando alguien recibe una maldición, un demonio lo persigue para hacerle daño. Para escapar a su demonio el padre de Edmond decidió dormir a la intemperie por un tiempo. No fue hace muchas semanas que despertó sintiendo la esterilla sobre la que dormía húmeda. Al saborear metal en sus labios, y pasar sus manos por su rostro, pudo descubrir que estaba cubierto de sangre. La malaria lo había debilitado, dijo el Hombre Blanco, y de su debilidad nació la Tuberculosis. Ahora su padre tiene que ir todos los días al pueblo por una inyección, no puede viajar con el ganado. Así fue como le ordenó a Edmond darle de beber a las vacas en su ausencia, le ordenó salvar a su familia. Ya habían pospuesto este momento suficiente, darle agua a las vacas es lo único que podría salvarlas de morir de sed. Edmond esperaba que llegara el día en que se convirtiera en hombre, pero no sabía que llegaría tan rápido.

Tan pronto cae el Sol Edmond despliega su esterilla. Cada segundo en la sombra debe ser usado para descansar. Las estrellas son su mapa, el mismo que han usado todos sus antepasados para ir de un lado a otro antes que hubieran caminos, carreteras y aviones. Las estrellas le cuentan que falta poco y mañana en la mañana llegará a la laguna. Eso lo hace sonreír. Edmond decide quedarse dormido contando sus vacas y luego las estrellas. Se irá a dormir con hambre, como lo ha hecho casi todas las noches de su vida esperando el agua y miel de la mañana siguiente.

Edmond despierta en medio del crepúsculo antes de la salida del Sol, antes del enemigo. De una de sus cantimploras vierte unas gotas de agua en su palma con las que lava su rostro de una forma cerimoniosa. Esta es la única limpieza del día. Cada gota es usada con sabiduría para limpiar su piel . Nada se desperdicia, así falten horas para llegar a la laguna.

En la distancia ve el brillo del agua. Falta poco. Con cada paso Edmond se vuelve más consciente de su sed y la ligereza de sus cantimploras, incluso apura el paso. Pero a medida que se acerca, el brillo se vuelve menos fuerte hasta desaparecer por completo. Alrededor ve desechos de elefantes y sus pisadas. Se adelanta a su ganado, corre en desesperación. La laguna está seca. Los elefantes se bebieron el agua. A sus pies Edmond no consigue sino grietas, lodo o pisadas de elefante.

Sus vacas lo rodean con indiferencia, sin conocimiento que esta tragedia significa su muerte. Sin darse cuenta a Edmond le fallan las piernas y cae de rodillas. Entre sus manos se resbala la tierra que sostenía el agua de la laguna y de su corazón se derrama la esperanza de enorgullecer a su padre. No solo esa esperanza, toda esperanza. Está en medio del desierto con una misión imposible. Se levanta ayudándose de una de sus vacas y su mirada explora los alrededores a sabiendas que no hay una sola gota en la superficie, solo huellas de elefante que ya se han encaminado hacia la próxima fuente de agua. Y es en esa dirección donde puede encontrar la salvación.

Edmond se le ocurre una idea: ganarle a los elefantes. Él sabe a dónde se dirigen, conoce cuál es la próxima laguna, puede seguir sus huellas y ya para la noche cuando los adelante podrá leer el resto del camino en las estrellas. La laguna está a dos días más de camino. La travesía implica que llegará a ella sin agua en sus cantimploras, cualquier retraso significaría la muerte. Mientras toma una decisión, Edmond se echa a andar sin miedo alguno, solo tiene que pensar en su familia para tener la fuerza que necesita. No tiene tiempo que perder. Con un buen tramo de huellas dejadas a su espalda está más que seguro que esta es la decisión correcta, la decisión que tomaría un hombre de verdad.

El Sol llega a su punto más alto. En este punto puede calentarlo todo a la vez. Ninguna parte del cuerpo de Edmond está en paz. Hasta la brisa quema. Él contaba a estas alturas estar con sus cantimploras llenas y refrescarse el rostro cada vez que el polvo se acumulara en su piel. Él no duda de su decisión, pero desconoce si tendrá las energías para alcanzar a completar el viaje racionando el agua que le queda. En esta tierra un solo sorbo puede ser la diferencia entre la vida y la muerte. Es un terreno que el hombre ha aprendido a dominar con lo mínimo, donde ha aprendido a coexistir con todo aquello que lo rodea. Y es que no hay otra manera, si el hombre lo decidiera, pudiera acabar con todo, y acabar con sí mismo en el camino. Hay que formar parte del ciclo. Acá el único depredador que no entiende sus límites es el Sol, y del que todos tienen que esconderse.

Pero no todos son parte del ciclo. Edmond escucha un par de detonaciones en la distancia, él puede reconocer cómo suena una ametralladora. Aún recuerda la noche que pasó escondido en el árbol cuando el ejército vino a buscar niños. Ese día Edmond perdió a varios amigos que fueron raptados para pelear por los diamantes, drogas y poder de hombres hambrientos de gloria. Los que se resistieron fueron asesinados. Nunca ha olvidado que la muerte suena como una ametralladora rusa. Pero estos no son soldados, son cazadores furtivos. Edmond piensa en cambiar su ruta, pero se traga el miedo y decide continuar. En la distancia se dibujan los vehículos de hojalata que usan los cazadores, todoterreno franceses oxidados que se caen a pedazos y que alguna vez pertenecieron a hombres blancos que una vez controlaron estas tierras. Rodean a un rinoceronte caído con varios disparos en su cuello. Con una moto sierra le están cortando su cuerno. Discuten entre ellos y con binoculares buscan alrededor por más presas valiosas. El ruido de la moto sierra ahuyenta a una multitud de aves y seguro acelerará a los elefantes que saben muy bien qué implica el crujir de los huesos frente al metal.

Una parte de Edmond quiere mostrarle a los cazadores las huellas de elefantes que ha venido siguiendo para que los alcancen y los maten antes de llegar a la laguna. Pero así no funciona la naturaleza ni los cazadores. Lo mejor que puede hacer es pasar de largo ignorándolos. Edmond se aferra al viejo revolver que su abuelo se quedó de recuerdo cuando peleó en la guerra civil. Su padre se lo dio con la condición que solo lo usara si su vida dependía de ello. Su vida ahora depende de muchas cosas a las que no le puede disparar para resolver absolutamente nada. Él solo tiene un revolver con seis balas, y ellos son 6 cazadores con armas rusas y sin el más mínimo respeto por la vida. Muchos han sido soldados en su niñez y lo único que les queda es enfrentar a animales salvajes ahora que se han convertido en uno.

Edmond observa fijamente a uno de los cazadores. Todo en esta tierra se consigue aguantando tu terreno, sin importar qué tan grande o pequeño seas. Esa es la ley. Edmond pasa con sus vacas enfrente de ellos sin titubear. Sus miradas se cruzan. El miedo lo consume, pero el cazador no puede olerlo. Los demás están más ocupados pasándose unos a otros el cuerno del rinoceronte mientras el pobre animal yace muerto, despojado de toda su majestuosidad. El cuerno no será lo único que arrebatarán, pero Edmond no se quedará para ver cómo claman su recompensa y luego dejan el cadáver para los buitres y gusanos. El cazador aleja su vista de Edmond.

Edmond Suspira en alivio al pasarles de largo. Luego escucha más detonaciones y minutos más tarde otra moto sierra. Es injusto, y no es parte del ciclo. El mismo ciclo que lo tiene deshidratado en búsqueda de agua para salvar a los animales que alimentan su hogar. El mismo ciclo que dejó que las aves arrasaran con la cosecha de su familia cual langostas. El mismo ciclo que matará a su familia si no llega antes que los elefantes a la laguna. Lo único que no le ha quitado este ciclo a Edmond fue el brazo de su padre que fue cortado como el cuerno de aquel rinoceronte muerto por los verdaderos salvajes de esta tierra.

Pero del ciclo podrá pedir justicia. Cada gota de sudor valdrá la pena si ese Sol nace de un amanecer. Cada ave alimentada por la cosecha lo despertará con dulces silbidos antes del calor. Y si sus vacas mueren, significa que los elefantes seguirán rondando las praderas buscando pozos de agua donde otras tribus encontrarán la fuerza que la familia de Edmond necesita en estos momentos. Pero Edmond nunca obtendrá justicia por el brazo de su padre. Ahí no hay justicia. Justicia tendrá la naturaleza que un día se vengará por cada cuerno robado, por cada colmillo, por cada pelaje. Todo a su debido momento, por ahora Edmond solo puede sino caminar.

Igual que lee las estrellas Edmond puede leer el suelo. Él distingue huellas de depredadores. Ya está muy lejos de la tribu y estos espacios son nuevos para él, es difícil saber con qué puede encontrarse. En tiempo de sequía los depredadores acechan hambrientos y débiles, pierden su juicio. Rara vez atacarían a un humano, pero con suficiente hambre, puede pasar lo que sea. Igual ocurre con los hombres. En las ciudades le temen a los leones, pero de ellos hay poco que temer; peligros peores están a la espera.

Los leones nunca han resultado ser peligrosos para su familia, pero no hay que dejarse engañar. Edmond conoce las historias. Miles de esclavos fueron forzados a construir kilómetros y kilómetros de vías de ferrocarril. Muchos fueron devorados bajo la protección de la noche por leones hambrientos que ya luego de haber envejecido y sido expulsados de la manada por leones más jóvenes se arriesgaban a atacar humanos agotados por el trabajo y el Sol. Pero Edmond tendría cuidado, haría una fogata. Tampoco podía hacer mucho más.

Gracias a su apuro puede alcanzar a los elefantes y tomar la delantera. Es un grupo de cincuenta, el líder es un gigante gris con un colmillo roto que los guía con firmeza. Ellos desconocen que participan en una carrera y siguen su ritmo imponente hacia su destino. El líder es un elefante viejo, de esos que saben cómo llegar a cualquier rincón donde haya estado. Si ha vivido todos estos años no ha sido por suerte, alguna pelea le habrá costado su colmillo. Su piel tiene herida de balas, ha sufrido la codicia de los cazadores y ha sobrevivido. Su trompa se ve débil, han pasado los años y si bien tiene la fuerza para viajar, no faltará mucho para que cada vez le cueste más y más levantarla. Mientras más le cueste más profundo tendrá que adentrarse en el agua para beber, hasta que un día quede atrapado en el lodo y no pueda salir. Luego sus huesos formarán parte del cementerio de elefantes que es el fondo de una laguna seca. Edmond piensa en su padre al ver al elefante.

La velocidad le permite a Edmond tomar la iniciativa, pero también sentir su garganta más áspera y llenar sus piernas de calambres. Al llegar de nuevo la noche las estrellas le confirman su camino. Falta poco, un día más de recorrido. Luego de una hora prendiendo su fogata Edmond está cansado, sediento y hambriento. Su cuerpo no podrá soportar dos días más de esta manera. El prender la fogata se siente como un error. Todo se siente como un error excepto dormir. El cansancio lo derrota y Edmond cae dormido consciente del dolor en sus músculos producto de tanto esfuerzo. En sus sueños recuerda que se le olvidó rezar para pedir que los elefantes no lo adelantaran en su viaje mientras dormía.

En sus sueños escucha las pisadas de los elefantes y el silbido de sus trompas. Las pisadas cada vez son más ligeras, como si se alejaran. Una tras otra levantan el polvo a su alrededor hasta encontrarse en medio de una tormenta de arena. Los sonidos se sinceran y Edmond despierta escuchando ladridos de perros salvajes. Sus vacas están siendo atacadas.

Edmond coge una antorcha de su fogata y el revolver. Trata de espantar la amenaza. Pisa su última cantimplora y derrama la poca agua que le quedaba. Es una manada de perros hambrientos. Sus costillas se dibujan debajo de la piel y están tan desesperados que hasta al fuego deciden enfrentarse. Edmond agita la antorcha una y otra vez, los aleja y se vuelven a acercar. Una perro se le abalanza encima, Edmond lo golpea con la antorcha quemándole el rostro. El olor a cabellos chamuscados llega a sus narices. El animal se repliega.

Los perros deciden que Edmond no será la presa de hoy. Tres perros atacan en conjunto a una de las vacas. Edmond le quita el seguro a su revolver, apunta lo mejor que puede y dispara cuatro veces. El rebote del arma lo sorprende luego del primer disparo, se siente muy diferente de un arco. De haber practicado alguna vez en su vida hubiera acertado mejor, pero nunca hubo suficientes balas. Solo hiere a uno de los perros y todos escapan. La vaca está herida, pero puede andar.

Edmond sabe lo crítico que es descansar. Mañana se preocupará por todo esto, por ahora tiene que dormir. Pero por más que lo intenta, la oscuridad de la noche y sus sonidos no le dejan cerrar los ojos. Solo le preocupa una cosa: ya no hay más agua que beber.

La mañana siguiente es dura. La esterilla parece quemar su piel y en sus pulmones no hay sino un ardor incómodo. Edmond se quedó dormido, es despertado por el calor. Sin agua no podrá siquiera refrescar su rostro para arrancar el día. Lo peor no es eso, lo peor son los elefantes que deben haber recuperado su distancia. No hay tiempo que perder.

Hace más calor que de costumbre, o al menos ese es el sentimiento de todos los días en esta tierra mientras el Sol está en lo alto. Edmond ha bajado el ritmo para no dejar a su vaca herida atrás, pero se ha vuelto insostenible. El animal se ha rezagado mucho y cada minuto hay más distancia entre la vaca y el resto del ganado. Edmond sabe cuál es su deber, sin embargo el tener una excusa para no acelerar el paso es refrescante. Pero no, tiene que continuar. Queda un día de camino y no sabe dónde están los elefantes. Y con este andar no llegará nunca a la laguna.

Edmond decide andar al lado de su vaca y guiar desde atrás. Se siguen alejando del resto, pero aún así no acepta lo que está pasando ni lo que tiene que hacer. Él empuja a su vaca manchándose de sangre las manos y tira del pelaje para que corra a la altura de esta carrera. La vaca se queja cuando él roza sus heridas, pero no avanza mucho más. Poco a poco se va frenando hasta llegar a detenerse por completo. Edmond no tiene tiempo para esto y se aleja. A lo lejos ve la vaca herida estática en dirección al resto de la manada. No es que no quiera avanzar, es que no puede. Y el resto de las vacas lo sienten igual y una a una comienzan a frenarse.

Quedan dos balas. Edmond trata de no pensar demasiado lo que va a hacer por temor a acobardarse. Se devuelve hacia su vaca y le dispara entre los ojos. El animal cae con todo su peso contra el suelo. Ahora solo le queda una bala.

El resto de las vacas no reaccionan a la muerte de su compañera y deciden seguir el camino que les indica Edmond. Es él el que sufre. Su conciencia duele y no puede sino pensar en cómo esa vaca lo ha alimentado durante años. Edmond se siente egoísta, como un cazador más que rompe el ciclo. Todas sus vacas habían decidido morir juntas y él cambió eso. No le queda sino aprovechar lo que pueda de la vaca. Saca su cuchillo rústico, pero con el primer corte se da cuenta que es imposible que con la energía que le queda pueda sacar una pieza de carne de este animal. Le hace una incisión en el cuello y llena su cantimplora de sangre de vaca. Por ahora es lo mejor que se le puede ocurrir para sobrevivir, y sabe que no es suficiente.

Los primeros sorbos de sangre pasan sin problema, pero los próximos le revuelven el estómago. El líquido está caliente y él sabe de dónde viene. Edmond no tiene idea cómo ubicar a los elefantes y se le hace imposible acelerar más el paso. Su cabeza duele y le cuesta levantar los brazos. Él intenta montarse en una vaca para no tener que andar, pero ésta se frena en seco tan pronto consigue levantar los pies del suelo. Alrededor de sus vacas busca caminar entre sus sombras apoyando su peso cuando puede en los muslos desnutridos.

Su vista se nubla de a poco y la tarde se le hace eterna. El primer momento del atardecer lo aprovecha para observar al Sol poniente, al gigante rojo que se esconde por hoy. No le ha dado tiempo de alcanzar la laguna. Edmond está muy seguro que esta será la última vez que vuelvan a encontrarse.

Desenrolla su esterilla una vez más, esta vez al lado de un árbol. Las ramas no le dejan ver bien las estrellas, a Edmond no le importa, le dicen justo lo que tiene que saber: que está muy cerca. Pero también sabe lo débil que está. Su cabeza se siente como si fuera a explotar, sus piernas duelen y su piel está ardiendo en medio de la oscuridad. Tiene sed, hambre y se irá a dormir sin deseo alguno de volver a despertar.

A la mañana siguiente la sombra del árbol arropa a Edmond de la luz del Sol y él no puede sino rendirse. A medida que el Sol se eleva, Edmond gira afuera de su esterilla persiguiendo la sombra llenando su cuerpo de arena, negándose a despertar. Edmond trata de excusarse, de imaginar un futuro mejor para su familia si las cosas terminan como él cree que van a terminar. Su familia tendrá que ir a la ciudad. Su padre es un lisiado, sin su brazo podrá pedir limosnas en la calle y la gente será generosa; aquellos que tengan para dar, quienquiera que sean. Y así Edmond da un giro más al norte debajo de las ramas. Su madre, su madre tiene una olla. Con esta olla ella podrá cocinar a cambio de un puñado de comida de cada pote de frijoles que prepare a lo largo del día. Con eso podrá alimentarlos a todos. Edmond piensa en su madre y se coloca boca abajo escondiendo sus ojos de la luz con su codo. Y luego piensa en su hermana y llora al imaginar lo que le espera. El Sol no está ahí para secar sus lágrimas.

Edmond viaja a sus días de escuela debajo del árbol. Donde una y otra vez recitaban el mismo libro, la misma historia. Y entre todas sus frases recuerda sus momentos favoritos. En su mente es la voz de su hermana la que le narra esta historia, y Edmond se imagina su sonrisa cuando ella lee su nombre y lo mira de reojo al descubrir su origen. Y esa idea le da fuerza. Edmond se pone de pie, recoge la cantimplora y bebe. Ignora el sabor y deja que la sangre le permita recuperar un poco de energía. Se echa a andar junto a sus vacas con la misma debilidad del día anterior pero con la determinación con la que dio el primer paso al salir de su aldea. Las estrellas le indican que llegará al mediodía cuando el Sol esté en lo más alto.

Una vez más el horizonte dibuja una laguna, y mucho más. Edmond encaminado sigue su paso a la expectativa de lo que pueda desdibujar la distancia y el calor. Las huellas y los desechos a su alrededor ya le hacen saber lo que va a encontrarse. Los elefantes han llegado primero y ya están alrededor de la laguna.

La laguna está a punto de secarse y un día con cincuenta elefantes significará el fin de su última reserva de agua. Edmond perdió la carrera pero trata de acercar a sus vacas a un borde para compartir lo que resta con los elefantes. El líder de la manada las asusta. Sus vacas se alejan y están decididas a no volver a intentar siquiera pisar el lodo de la orilla. La trompa del elefante mayor sopla con intensidad y sus patas delanteras golpean el suelo, no dejará que ningún animal se acerque al laguna. Pero Edmond no es un animal, es un hombre.

Edmond le grita al elefante, lo reta, alza su puño y le exige que lo encare. Le lanza una piedra a la cabeza, se acerca a la bestia hasta estar a un paso de distancia. El elefante ruge con su trompa y se levanta en sus dos patas traseras. Su sombra arropa a Edmond por completo y él siente cómo el Sol abandona cada centímetro de su cuerpo y por su espalda lo recorre un escalofrío. La que será la voz de su hermana vuelve a sonar sutilmente en sus oídos.

HASTA EL DÍA QUE DIOS SE DIGNE A REVELARLE SU FUTURO AL HOMBRE, TODA NUESTRA SABIDURÍA SE RESUME EN DOS PALABRAS: CONFIAR Y ESPERAR.

Edmond aguanta su terreno, desenfunda la pistola y en el momento justo dispara hacia arriba, hacia el Sol.

El elefante se intimida y sus patas delanteras se van hacia un lado, se tropieza. Todo su cuerpo se desploma y levanta una nube de polvo. Busca levantarse en medio de una total desesperación. Escapa de la presencia de Edmond y su manada lo sigue. El suelo tiembla al ritmo frenético del escape y la arena se eleva cual niebla de roca.

En esta tierra, si quieres sobrevivir, cuando llega el momento justo tienes que saber si vas a matar o vas a correr. Y por eso te plantas en el terreno, para demostrar que no eres de los que deciden correr; así sea cierto o no. Y eso no se puede lograr con un simple disparo al aire. Lo más importante es que Edmond demostró que esta laguna es, por ahora, suya.

No fue hasta que los elefantes se alejan suficiente como para que la superficie del agua vuelva a la calma que el corazón de Edmond baja de su garganta. Las vacas ajenas a todo conflicto agradecen la partida de los elefantes y se acercan al agua a beber con toda la calma del mundo sin saber lo que esto significa para Edmond y para su familia.

Edmond deja sus cosas a un lado, descalza sus pies de sus sandalias gastadas y camina hacia dentro del agua. Ya con las rodillas sumergidas sube su mirada al cielo mientras recoge unas gotas de agua, las usa para lavar su rostro. Al terminar, Edmond limpia su cantimplora y la llena. Antes de cerrarla, bebe un sorbo.

The Color of Film

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Often times I've been asked if I've ever felt regret for understanding film. Whether I've ever wanted to forget what I know and recover my ingenuity, my innocence regarding films. As if after studying so much about it now I find myself as a kid watching a magic trick knowing how it's done.

The answer is no.

Color is light, and the human eye is only aware of a fraction of its spectrum. There are colors that your eyes can't see. Now imagine a painting, and suppose you could refine your sight to see a wider range of colors. You will never be able to see this painting as it was before. Now, you could either spend your time thinking about how this painting has changed forever and how different your vision is now from how it once was, or you could contemplate the new colors in the canvas. Even more, imagine the artist can see the same colors as you and he drew specific lines he thought no one else was ever going to see. That's what a filmmaker feels when watching a screen.

It may feel like a sacrifice for in this treshold of light we find imperfections and mistakes no one was supposed to see. But being able to see the humanity of something isn't a sacrifice, it's a privilege. For it shows that it's real, shows that someone poured his time and soul into it. And when it comes to art, that's what matters.

La narrativa de una Ciudad

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El turismo en Venezuela es una mierda. Y el problema es el mismo que existe en su cultura: carencia de narrativa. En Venezuela si bien hay historias, no forman parte de la capa cultural del venezolano.

La narrativa de una civilización define su cultura. No me refiero a su historia, sino las historias que la forman. Reforzar la narrativa es algo que los gobiernos y líderes tienen que hacer para formar una coherencia. Y es que las historias son las que definen la historia y a su gente.

Los ingleses son una cultura que siempre ha estado al servicio de la corona y los más respetuosos y orgullosos ciudadanos eran condecorados como caballeros. En Estados Unidos el Sueño Americano y la historia del all-american-hero se ha reforzado a lo largo de las historias de deportistas, héroes de guerra y empresarios que cambiaron al mundo. Son culturas con una personalidad fundida con su narrativa.

En Venezuela esto no existe. No tenemos la figura de los semi-dioses griegos. Tenemos próceres intocables y poco de analfabetas y cuentos de camino. Un caudillismo imparable y una brecha social que es mucho más profunda que la racial.

¿Cómo se mezcla esto con el turismo? El turismo es narrativa. Puede que nunca hayan ido a Nueva York, pero saben lo que harían si fueran. Irían al Empire State, comerían un slice de pizza, irían a Central Park, al Rockefeller Center y visitarían la Estatua de la Libertad. Esto es narrativa. Es por cosas como esta que las ciudades están obsesionadas con sus skylines. Quieren generar una narrativa en sus espacios públicos.

All you need to know in London in a straight line.

Caracas no ha construido una narrativa nunca. Tampoco lo ha hecho ninguna ciudad de Venezuela. Sí, hay cosas que hacer, obviamente, pero no hay una narrativa. Sí, estar un mes en una ciudad te hace sentir la ciudad, pero de eso no va el turismo. El turismo es narrativa. No le podemos decir a un extranjero que se venga por un mes y se eche una pea en una playa con la mierda de sueldo que se ganó en quince días de trabajo. Por eso la obsesión de un skyline, poder definir la experiencia de la ciudad en una línea de tiempo y una serie de eventos. Por esto es que las ciudades se enfocan tanto en generar espacios para cada momento del día. Eso es planificar turismo.

Y la narrativa es algo cultural que se tiene que compartir. Yo pudiera darles una serie de tips y lugares a los que ir en Barcelona que seguramente harán que vean la ciudad de una manera interesante sin ver siquiera una pieza de Gaudí, pero Barcelona no va de eso. Si bien pueden ir a París a hacer deportes extremos, la ciudad está enfocada en el amor y busca de ser un destino para parejas. Esa es la narrativa que se ha fusionado con la ciudad.

Un ejemplo de un sitio en Venezuela con una narrativa es la Gran Sabana, e irónicamente no tiene nada que ver con nosotros. Ir para allá es una historia en sí. Yo nunca he ido, pero entiendo que es la llegada a Santa Elena, los caminos fangosos, dormir en carpa, subir el Roraima, acampar arriba con los calcetines empapados. Ahí hay una historia, ahí hay narrativa. Esto no existe en ningún otro lado por más que la alcaldía se invente rutas balurdas para ir viendo museos. La narrativa es mucho más que eso. Posiblemente la narrativa es una premisa. ¿Para qué voy a París? Por amor. ¿Para qué voy a Barcelona? Para vivir una capital europea. ¿Para qué voy a Auschwitz? Porque quiero aprender de historia y entender el pasado. Pero no hay motivo alguno para ir a Venezuela más allá de que te maten. Lo siento, es así.

Sé lo que estás pensando y no, el problema no es el dinero o la infrastructura. La gente va a la India o a Tailandia a pasar roncha, literalmente. Porque son sitios de descubrimiento espiritual y ... BLA BLA BLA. En la India y Tailandia hay gente como en todo el mundo, pero su narrativa es tal que la gente va para allá bajo esas circunstancias. Nadie está yendo a monasterios en Cataluña a buscar paz interior, van a la playa a vomitar luego de emborracharse. Eso es lo que permite una narrativa, que la gente vaya a Cuba a ver qué es lo que pasa cuando el comunismo gana. Nadie va a Cuba esperando tener mejores vacaciones que en Bora Bora, quieren experimentar esa narrativa.

Y por eso no hay turismo en Venezuela. Somos una película sin trama, un poema de bachillerato o una película de Transformers llena de efectos especiales y ninguna narrativa real. El problema no es tan sencillo como construir señalización para llegar al aeropuerto o hacer que al aeropuerto de Margarita lleguen vuelos directos de Berlín. Hay que hacer The Beach en Venezuela, hacer que más héroes en las películas se escapen de la CIA viniendo a Venezuela a pasarla bomba y hacer que en un capítulo de alguna serie de acción se caigan a tiros en medio de los Diablos de Yare.

Honestamente, la violencia en Venezuela es tal que el turismo que hay que potenciar es el de turistas locos que quieren pasárselo de puta madre usando drogas y tomando alcohol rodeados de mujeres, o guerreros del camino que quieren hacer turismo de aventura en balsas y con vehículos todo terreno porque eso es lo que podemos ofrecer. Y no, no estoy loco, estoy muy claro que eso es lo que hay que hacer y que hay mucha gente yéndose a otros lados menos divertidos a hacer estas cosas. No hay forma que podamos convertir nuestro país en un paraíso playero con nuestra infrastructura, y esto es algo que el Ministerio de Turismo no entiende.

Cada segundo que pasa que Venezuela no es enfocado como un destino exótico de aventuras y deportes extremos para mochileros, es un segundo que estamos perdiendo dinero. Piensen al respecto. El país necesita una narrativa y la necesita ahora.

buenochao!

ProcrastiNation

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Hola, mi nombre es Cristian E. Caroli y soy un procrastinador.



Así hubiera empezado mi primera sesión de rehabilitación. Durante los últimos 8 meses he tenido un problema: no he sabido emplear mi tiempo.

Ahí estaba yo. Abría una pestaña para abrir las mismas páginas que ya estaban abiertas. Y cuando me sentaba a escribir, escribía en todos lados menos en donde tenía que escribir.Y entendí que esto era un cáncer cuando las ideas que se me ocurrían eran pequeñas, las historias que antes me emocionaba extender ahora me abrumaban por su amplitud. Desde mi perspectiva del tiempo, cualquier tarea se me hacía inalcanzable. Entendí que no era que estaba perdiendo mi tiempo, es que tenía miedo a utilizarlo.

Tenía miedo a dedicarle tiempo a un libro que puede que no funcione, a una relación que no florezca o a un post que nadie lea. Mis inseguridades habían llegado al único lugar donde me consideraba una persona segura: mi creatividad.

Y entonces lo entendí, me había encerrado en el presente. Cada notificación era una excusa. Actuamos como si los chats se fueran a desaparecer, los replies de Twitter fueran a desintegrarse y alguien fuera a borrar sus comentarios en Facebook. Lo peor del caso es que cada una de estas notificaciones no tiene trascendencia alguna. La mayoría de las cosas que lees hoy en Internet son irrelevantes mañana. Somos nosotros los que nos distraemos con un flujo de información que no nos deja construir nuestros proyectos. Es fácil aceptar que un tweet salió mal o a nadie le gustó el link que compartiste. No hiciste sacrificio alguno. Pero cuando inviertes tanto tiempo, tanto esfuerzo, y te lanzas a los leones a pelear, y aún así el público apunta con su pulgar hacia abajo, no es fácil. A veces tenemos miedo de lanzarnos a los leones.

Cada tres meses prometía algo estúpido como abandonar todo y poner mi vida en orden. Sin entender que no puedes abandonar tu vida para hacer tu vida. Solo lo decía en voz alta, tal como si mencionar Beetlejuice 3 veces hiciera aparecer a Michael Keaton. No tenía que organizar mi tiempo, tenía que usarlo. Mi tiempo estaba ahí.

Llegué a un punto en el que sentí que la Tierra no iba a rotar a menos que yo me pusiera a dar vueltas. Pero rota. Se me olvidó que las playas se construyen con granos de arena. Al final, somos nosotros los que tenemos miedo de terminar lo que empezamos porque tal vez no había que empezarlo en primer lugar. No, no somos nosotros, soy yo.

Y cuando ya sabes la debilidad de tu archienemigo, sabes cómo derrotarlo.

No dejes para nunca lo que puedes hacer ya.

buenochao!

Places

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Wherever we were,
and wherever we went to together,
in every room, every street, every square, every beach,
I’d look around and try to find someone more beautiful than you.

I failed every time.

Feelings

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Feelings, feelings are everywhere, man. But the mutual stuff? Now, that’s a rarity. 

Feelings are stronger when they go both ways. That goes for love, fear, pain and hatred. Do you know what raw hate is? War. And a war needs two sides. And pain, pain is only real when people hurt each other, that’s when it burns the most. 

As for love, I don’t think it’s real at all. I don’t think it even exists, because when you really love something, it just hurts.
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